Jodio Lince.

Jodío Lince, !no me jodas¡. Bien que te cagues, pero que en función de tu solitario excremento -estreñido andas- se quiera paralizar una obra tan necesaria como urgente, se antoja, cuando menos, escatológico.
Y no tengo nada contra tí, lo juro. Es más, eres un animal querido y bello, ya me gustaría conocerte, pero si representas lo que los llamados ‘ecologistas puros’ quieren hacernos ver a los ‘inhumanos’, entonces acabaré por renunciar a tu amistad. Y ojo que defiendo el desdoblamiento que no el hacinamiento de urbanizaciones posteriores que impidan tu felicidad…
Te cuento una historia lince:
“Hace pocos años, en la maldita carretera que algunos defendemos que se desdoble ya. Justo en uno de sus más de treinta puntos negros, se dejaron la vida tres personas. Una personita chica y sus padres, muy jóvenes”. Pensarás amigo lince que estoy rencoroso por ese suceso. Aciertas, lo estoy, pero no los conocía de nada, ni a ellos ni a otros tantos que se dejan la vida circulando por la llamada carretera de los pantanos, intuyo que por sus ‘asfaltos movedizos’.
Y sabes una cosa lince, tú no tienes la culpa de nada de eso y confío que no la tengas nunca por mucho que se empeñe la Ministra Narbona. Una ministra tan espabilada que me extraña haya entrado como ‘leona celosa’ al endeble trapo de tu excremento. Si París bien vale una misa, la 501 bien vale un lince, pero vale más salvar siquiera una vida humana. Esa que cada día se pone en peligro y cada semana se queda en el asfalto sin posibilidad de llegar a conocerte querido lince…

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