Si como apuntaba Gallardón minutos antes del inicio de las votaciones “el único fracaso es rendirse”, ya podemos concluir que Madrid no se ha rendido en ningún momento. En el último minuto y como de penalti injusto, nos volvemos a casa con esa cara de quien pierde la final, jugando de maravilla y entusiasmando a un estadio repleto de aficionados que esperan superar la misión imposible.
¿Quién dijo que no pesaba la norma no escrita de la rotación de continentes? Pesaba tanto como si escrita fuera sobre el mismísimo pebetero que aloja el fuego olímpico. Y aun así, Madrid no solo resistió, sino que apunto estuvo de imponer su corazonada mas allá de los limites de la siempre caprichosa realidad del COI.
Corazón y coraje no han bastado. La ilusión ha chocado frontalmente con la tozuda realidad. Los juegos que pertenecían a Madrid en el 12 y que de otro penalti injusto se llevo Londres, ahora tenían claro marchamo carioca.
Lástima de ocasión marchita y bienvenida a la oportunidad de futuro, si es que se pone a tiro. Madrid ya es olímpica por derecho propio, ahora solo falta convencer a los Juegos que se hagan madrileños. Una dosis más de corazón y coraje en vena y lo conseguimos.