¡Uf! Era esto necesario. No hablo de las elecciones autonómicas que parece casi todos coinciden en que en Madrid no se hacían necesarias. Pero si es verdad que estamos ante un espectáculo tan bochornoso, tan inesperado y tan sucio que los madrileños solo podremos responder acudiendo mayoritariamente a las urnas. Y lo haremos sabedores que solo así podremos demostrar que aquí quienes decidimos somos los ciudadanos. Bueno, al menos hasta que se constituya la Asamblea. A partir de ahí es cuando de nuevo el escenario quedará a merced de las decisiones de los partidos y sus dirigentes en los consabidos “pactos de legislatura” si no existen mayorías absolutas, aunque aquí recuerdo que se puede gobernar en minoría y acordando.
Así las cosas parece que esto no iba de vacunar, vacunar y vacunar. Ni de más médicos, más atención primaria reforzada, más profesores, mejor Educación. Estamos ante unas elecciones tan “desmadrileñizadas” como pervertidas por una supuesta clave nacional que nos invita a decidir entre comunismo o fascismo. Democracia, libertad o cordones sanitarios. Y por si éramos pocos un presunto o presuntos locos enviando balas o navajas a los políticos amenazándoles de muerte. Es condenable sin paliativos, ni medias tintas. ¿Para cuándo la cabeza de caballo si no?
En esta escalada votar con odio puede pervertir los resultados. Y Madrid puede experimentarlo el día cuatro. Para este viaje no necesitábamos alforjas de coacción y amenazas. En mitad de un clima tan enrarecido y un río tan revuelto, la ganancia será de aquellos pescadores empeñados en capturar votos con dinamita dialéctica. Ojalá esas amenazas sean rápidamente resueltas por los cuerpos de seguridad del Estado y ojalá antes de depositar el voto. Ese día, pese a quien pese, será una fiesta democrática en forma de elecciones, aunque estas llegan teñidas de una polarización indecente. Y además, Madrid, antes de esta convocatoria electoral, ya era “libre”, por si a alguien se le ha olvidado.