
Existen temas de los que es difícil hablar y escribir. Uno de ellos es el suicidio. En La Huella de la Desesperanza, Javier Urra aborda su realidad y la de aquellos que se quedan sufriendo y rodeados de interrogantes. El escritor y psicólogo ha visitado la Terraza de Gran Vía para acercarnos este libro que busca ayudar y ahondar más en la prevención.
El suicidio es la segunda causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto se traduce en más de 800.000 personas muertas por voluntad propia al año, una cada 40 segundos. Según esta organización, por cada suicidio consumado queda afectado un entorno mínimo de seis personas. En España, el suicidio es la primera causa de muerte no natural desde hace más de 11 años, a pesar de estar por debajo de la media de otros países.
Una problemática preocupante que a la vez es tema “tabú” por el miedo al efecto Werther, nombre por el que se conoce al fenómeno de imitación de la tendencia suicida. El psicólogo y escritor Javier Urra aborda este problema en La Huella de la Desesperanza. De este libro nos habla en la Terraza de Gran Vía para acercarnos a una decisión personal que esconce un sentimiento de desesperanza: “Detrás del suicidio hay mucha depresión e incapacidad para encontrar una salida”.
Las formas de suicidio varían de unos casos a otros y provoca en la familia un sentimiento de gran culpabilidad: “Piensan si pudieron darse cuenta”. Los datos son realmente abrumadores: “Se suicidan en España el doble de personas que mueren en accidentes de tráfico, teniendo en cuenta que algunos de estos accidentes son suicidios camuflados”.
El libro profundiza en esta decisión tomada por voluntad propia. “Hay quienes piensan que hay que ser muy valiente para suicidarse y otros consideran que esas personas no saben enfrentarse a sus problemas”, subraya Urra. Pero insiste en que nadie puede atreverse a decir que no va a pasar: “Existen circunstancias de vida terribles”.
Este es un libro, que contiene varios casos reales, busca ayudar y lo hace desde el respeto también a los silencios. La ciencia y el conocimiento deben comprometerse con la prevención. “Hay que educar a la gente a no pedir más a la vida de lo que puede dar”, explica. Y sobre todo saber que “la vida necesita una esperanza”.
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